Ojos que no ven, corazón que no siente”, pareciera ser el horizonte que ilumina al señor Arzobispo metropolitano Fernando Sáenz Lacalle. Da la impresión que el Arzobispo padece de un cruel daltonismo social que le impide ver la realidad en todos sus colores.
Qué diferencia a la de aquel pastor Romero, que al igual que Jesús caminaba en medio del pueblo de Dios, que se mostraba como tal frente a los samaritanos -despreciados por cierto por la sociedad vigente- el Pastor que iba “al otro lado del lago” y era reconocido incluso por quienes no lo conocían, es el caso del endemoniado de Gadareno, “un ser humano muerto en vida, que vivía en los sepulcros, a oscuras, marginado, encadenado”, en pocas palabras un excluido, por la sociedad del reino de Dios. Más bien el jerarca Lacalle sólo logra apreciar, desde sus homilías y las conferencias que concede, el bienestar y los intereses de los privilegiados, es decir, el poderoso sector económico-financiero y a sus representantes en el gobierno.
Qué diferencia a la de aquel pastor Romero, que al igual que Jesús caminaba en medio del pueblo de Dios, que se mostraba como tal frente a los samaritanos -despreciados por cierto por la sociedad vigente- el Pastor que iba “al otro lado del lago” y era reconocido incluso por quienes no lo conocían, es el caso del endemoniado de Gadareno, “un ser humano muerto en vida, que vivía en los sepulcros, a oscuras, marginado, encadenado”, en pocas palabras un excluido, por la sociedad del reino de Dios. Más bien el jerarca Lacalle sólo logra apreciar, desde sus homilías y las conferencias que concede, el bienestar y los intereses de los privilegiados, es decir, el poderoso sector económico-financiero y a sus representantes en el gobierno.
“Díganle a ese nido de víboras”, se refería Jesús cuando le preguntaban del gobierno y de los representantes de la tradición religiosa de la época; al igual que Monseñor Romero exclamaba “quítense los anillos antes que les corten lo dedos” cuando abogaba por detener el conflicto armado, que llenó de luto a la población salvadoreña. Los salvadoreños y salvadoreñas no pasan al olvido las palabras de “bendición” del jerarca católico al envío de la tropa a la guerra de invasión de Irak, el silencio ante la impunidad del asesinato de la niña Katya Miranda, que si no se ha dado cuenta fenecerá legalmente el próximo año, tras transcurrir 10 largos y dolorosos aniversarios de su muerte.
Pareciera que aquel llamado de Romero “en nombre de este pueblo, cuyos lamentos llegan hasta el cielo” no fue escuchado por el Arzobispo español Sáenz Lacalle, mucho menos los lamentos de la madre de Katya, las muertes en las fronteras del norte, los miles deportados que a diario engrosan las filas de los “tristes mas tristes del mundo” con el aliciente que en el mejor de los casos regresan pobres y además endeudados.
El Arzobispo (Lacalle) , quien nunca en su gestión se le apreció visitando barrios pobres, cantones, hospitales, unidades de salud, cárceles, mucho menos hablar con los excluidos del Reino en El Salvador de hoy, léase los jóvenes de las pandillas, vendedores, los enfermos de SIDA, en la cárcel de La Esperanza, o escuchando el grito de las mujeres frente a sus problemas más sentidos (incluyendo escapularios en sus ovarios) en que se encuentra en estos momentos, al final de su partida más alejado que nunca de la realidad de este sufrido El Salvador.
De esta realidad, que no debe estar al margen del liderazgo eclesial, se refiere Eduardo Galeano, en Espejos, cuando enlaza lo cotidiano, lo poderoso y la denuncia, cuando escribe: Los espejos están llenos de gente. Los invisibles nos ven. Los olvidados nos recuerdan. Cuando nos vemos, los vemos. Cuando nos vamos, se van De deseo somos La vida, sin nombre, sin memoria, estaba sola. Tenía manos, pero no tenía a quién tocar. Tenía boca, pero no tenía con quién hablar. La vida era una, y siendo una era ninguna.
Ya las voces privilegiadas se adelantan a pujar por un Arzobispo ad-hoc a los intereses poderosos que garanticen el continuismo de un jerarca alejado de la verdad, que sólo promulgue el reino de Dios como una meta alcanzable una vez terminemos nuestra existencia acá en la tierra, en pocas palabras distante del mandamiento de Jesús de tocar el reino en el semejante, cifrado en el amor al prójimo. Un jerarca que no cuestione las causas de la pobreza, de la inflación, del incremento de la violencia, y de la violencia institucionalizada. De manera llana, que justifique desde la palabra el pecado estructural.
El pueblo de Dios debe manifestarse por el tipo de Pastor que desea para ser dirigido, ya lo dice la palabra “el buen pastor escucha a sus ovejas y sus ovejas le reconocen, porque les llama por su nombre, es más da la vida por sus ovejas...”.
Héctor Endara Hill de Colectivo Panamá Profundo, Afirma “que la vida, la muerte y la resurrección de Jesús son en la actualidad el modelo en la formación de curas y obispos”.
O sencillamente toman y tratan como cuento o catecismo infantil la coherencia de vida, el testimonio y el compromiso con los pobres que llevó a Jesús a sacar a latigazos a los mercaderes del templo. Cuando se observa y escucha al jerarca Lacalle en sus declaraciones, es difícil ver al modelo de Jesús, pidiendo que se hable con la verdad. Jesús, con su vida, es quien nos enseña y señala los requisitos para entrar al Reino de los Cielos. El actual jerarca no solo ha cambiado y flexibilizado todos los requisitos anunciados y vividos por Jesús, si no que lo vivido en estos años de su liderazgo los ha invertido y adaptado a su actual condición de aliada del poder, como lo señala Héctor Endara Hill en Colectivo Panamá Profundo , “la iglesia de arriba camina con el país de arriba. Arriba, ambos se alaban y se benefician –mutuamente- del sufrimiento y la miseria en que viven sometidas las mayorías nacionales en el país.”
Al fin y al cabo, qué ha dicho el jerarca respecto a la cultura patriarcal que tanto daño hace a hombres y mujeres, normalizando con su discurso la normalización de las relaciones de poder del hombre sobre las mujeres que genera violencia cotidiana. NADA, NADA HA DICHO. Ya lo dice Endara “el machismo imperante en la institución no tiene nada que ver con el cristianismo, ni encuentra asidero en ninguna parte de la buena nueva o evangelio de Jesús.”
Seria conveniente que el señor jerarca antes de despedirse oficialmente, realizara un curso intensivo con la sociedad salvadoreña y con el sanedrín salvadoreño centrado en Gálatas 3:28; otro horizonte iluminaría al nuevo Arzobispo metropolitano y que para el bien de este pueblo, no traiga bajo la sotana un uniforme militar de fatiga.
Wilfredo Mármol - Diario Colatino
http://www.diariocolatino.com/es/20080425/opiniones/54397/
(Lacalle, viejo hijo de la re-MIERDA!!!!)
1 comment:
Todo esta muy bien solo que no se metan con la iglesia catilica, no sean majes
solo piensen que el 99% de la gente es catolica y si joden a su iglesia se los van a hecharencima
asi que no sean majesssssss
Post a Comment